por Alida Juliani
MADRID, España.-Un 8 de junio de 1947, hace 72 años, Eva Perón llegó de viaje oficial a España y con ella un soplo de aire fresco en un país en blanco y negro, bajo la dictadura de Francisco Franco, que se empezaba a recuperar del hambre de la posguerra gracias al trigo y a la carne enviadas por Argentina.
Con España aislada internacionalmente, y considerada como el último régimen fascista superviviente, el apoyo argentino supuso la supervivencia del gobierno de Franco en uno de sus peores momentos, ya que “la falta de pan” acuciaba a una sociedad que hacía sentir su malestar con algunos conatos de protestas y revueltas.
“La situación interna en España también era muy complicada, y ahí donde la relación con Argentina es fundamental. De hecho, hay quien afirma que esa relación fue clave para la supervivencia del régimen franquista”, señala a EFE José Antonio Sánchez Román, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid.
Con un panorama marcado por el final de la Segunda Guerra Mundial, el presidente argentino, Juan Domingo Perón, decide ayudar a España con el envío de 400.000 toneladas de trigo, 120.000 de maíz, 8.000 de aceites comestibles, 16.000 de tortas oleaginosas, 10.000 de lentejas, 20.000 de carne congelada, 5.000 de carne salada y 50.000 cajones de huevos.
“Los más antiperonistas -explica Sánchez Román- sostienen que hay una afinidad ideológica entre Perón y Franco, que son dos regímenes considerados herederos del fascismo”.
“Pero en realidad tenían muchas diferencias -prosigue-. Los dos son autoritarios, pero al contrario que Franco, y aunque fue parte de un gobierno militar, Perón llegó al poder con elecciones, con una política social y una vinculación con el mundo obrero carente por completo en el régimen franquista”.
Por eso, según el historiador, la intención de Perón al ayudar a España era “fastidiar” a Estados Unidos y demostrar que su gobierno tenía una política exterior autónoma.
“También hay cuestiones económicas, porque la llegada del trigo a España no es un mero donativo – el presidente argentino concedió a Franco un crédito de 50 millones de pesos en tres años, a un bajo interés, y otro de 400 millones a devolver en veinte años -, aunque luego hubo problemas para cobrarlo, pero se espera que esto forme parte de un negocio de las exportaciones de cereales argentinos”, señala.
Llegó Eva y regresó Evita
En esas circunstancias, viaja Eva Perón a España como enviada personal de su marido atendiendo a la invitación de Franco para agradecer la ayuda argentina y realizó un recorrido de 18 días en los que conoció desde grandes capitales como Madrid y Barcelona, a ciudades más pequeñas de Galicia, Andalucía, Castilla y León y Aragón.
“A un país triste, en blanco y negro, llegó una mujer con muchísima fuerza, con mucho glamour, muy feminista, rompedora, escotes palabra de honor, trajes de Cristhian Dior, labios rojos, pelo rubio, que movilizó a los trabajadores, escondidos en plena dictadura, y a las mujeres que vieron en ella un soplo de aire fresco”, explica a EFE la periodista Angeles Blanco, autora del libro “Los dos Viajes de Evita” (La Esfera de los Libros, 2019).
Según Blanco (Badajoz, 1972), el viaje a España supuso su verdadero lanzamiento -“vino a España siendo Eva Perón y 18 días después se marchó siendo Evita”- y también un paréntesis en la sociedad española de la posguerra.
“Llega a España con muchísimos miedos, pero se da cuenta de su capacidad de convocatoria e incluso llega a poner contra las cuerdas a Franco, consigue muchas de las cosas que quiere, y cuando se marcha del país y sigue después su viaje por el resto de Europa, Evita es otra mujer”, subraya.
Y aquí también “gestó algunas de las cosas que después se hicieron en la política argentina, por ejemplo el voto femenino, que estudió en otros países de su ruta europea”, añade la periodista que destaca de aquel viaje el discurso que dio en la Plaza de Oriente de Madrid al día siguiente de llegar ante unas 500.000 personas, en el que, pese a ser 9 de junio, con temperaturas veraniegas en España, lucía un vistoso abrigo de piel.
El indulto de Juana Doña
Pero para Angeles hay un momento crucial en esos días y que “me hubiera encantado ver”, y es cuando Eva Perón “se planta ante Franco y le dice: o le perdonas la vida a Juana Doña o me llevo la ayuda”.
Doña fue la última mujer condenada a muerte por el régimen de Franco y su condena fue conmutada por cárcel gracias a la intercesión de Eva Perón.
El hijo de Doña, Alexis Mesón, aunque nunca se sintió cerca de las políticas de Eva, confiesa que le estará “eternamente agradecido”, porque gracias a ella “yo he vivido 55 años más con mi madre”.
Alexis tenía 9 años cuando, guiado por su tía Amalia y su abuela, escribió la carta que tiempo después hizo llegar a Evita a través de la embajada argentina en Madrid.
“Eva me regaló a una madre durante cincuenta años”, remarca Mesón a Efe, “y no una madre cualquiera, sino, salvando todas las distancias, una madre que fue también histórica, ya que se convirtió en un referente de la lucha comunista y del feminismo en este país”.
“Franco no tenía más remedio que decir que sí a todo lo que le pidiera Eva o Perón y por eso le conmutó a mi madre la pena de muerte”, dice Alexis.
Durante el resto de su vida, Juana Doña, que pasó 20 años en varias cárceles de España, agradeció la intercesión de Evita, aunque su hijo cree que él mismo le estuvo más agradecido que su propia madre.
“Ella ideológicamente estaba muy lejos de Eva”, dice Mesón, quien con los años ha viajado varias veces a Argentina.
En uno de esos viajes llevó un ramo de claveles rojos (símbolo del comunismo en España) a la tumba de Eva en el cementerio de La Recoleta de Buenos Aires.
“Allí, tuve un momento de reflexión y de agradecimiento”, señala.
EFE